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Buscar dentro del documento. Daniel Ramos Benner. Cristian Ubeda. Carlos Salvador Romero Hdz. J-Herbert Tupia. Los mensajeros llegan a Valladolid donde se encuentra el rey. Al recibirla el rey decide que el encuentro se realice en tres semanas. Los preparativos de la cita se hacen en las dos partes. Por fin se encuentran en el Tajo y el Cid se postra ante el rey llorando emocionado.
Pero no quiere entregar a sus hijas por su mano y pide al rey que designe un representante que lo haga. Minaya es el elegido. Empiezan los preparativos para las bodas y se decora el palacio. Los presentes quedan maravillados.
Los infantes avergonzados quedan muy resentidos por este suceso. El Cid que nada sospecha no solo entrega a sus hijas sino que les ofrece un ajuar de tres mil marcos, vestidos, mulas y caballos y regala las espadas Tizona y Colada a sus yernos. Los infantes siguen su camino hasta el poblado de Corpes donde ordenan acampar.
Las intenta reanimar y cuando lo consigue les da agua, las cubre con su manto y las monta en su caballo. Las lleva hasta San Esteban donde encuentra a un siervo de Minaya que las hospeda y les ofrece cuidados.
El rey se niega y les dice que deben rendir cuentas de una queja que contra ellos tiene el Campeador. Cuando llega el Cid entra en Toledo con sus mejores galas y cien hombres. Este cantar comienza con la llegada del Cid a Valencia. La ciudad estaba en poder de los moros, pero Rodrigo logra conquistarla. El rey Alfonso lo perdona y levanta el castigo que pesaba sobre el Campeador y sus hombres. El mismo rey pide al Campeador que acceda al matrimonio.
Pero las bodas con los infantes finalmente se celebran. Los capitanes del Cid ocultan el deshonor de los Infantes al Cid y se burlan de ellos. Al llegar al robledo de Corpes , los infantes azotan a sus esposas hasta dejarlas desfallecidas. El juicio culmina con el duelo entre los representantes del Cid y los infantes.
Estos resultan vencidos, quedan medio muertos y deshonrados, y sus bodas son anuladas. Parten en viaje, pero en el bosque deciden vengarse del Cid, por lo que vierten su odio en sus hijas, a quienes azotan, torturan y violan. El Rey le responde justamente, y convoca a las cortes que hacen vida en Toledo. El Cid sale victoriosos, ajusticiando a aquellos que han deshonrado a su familia. Bodas estas que llenan de orgullo al Cid, puesto que los nuevos consortes son monarcas, por lo que sus hijas lograron convertirse a su vez en reinas.
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